Supe extender cara al viento los flecos de algún lucero, en el suelo durmió el poncho la soledad de un te quiero, como un silbo puso Dios la luz de sus ojos negros y enderecé por las sendas enhorquetadas de tiempo. Cada vez que cruzo el vado, el Santa Cruz se me agranda y entre mis manos descansan los brazos de mi paisana, ella supo darme un poncho allá por Piedra Clavada.
Letra: Hugo Gimenez Aguero

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